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ACEPTAR, VIVIR Y APRENDER: EL TRIUNFO DE MASIEL MOREIRA

Tras librar una batalla campal contra la depresión, la empresaria cubana deja en claro que su fuerza interior es una herencia de las mujeres que le enseñaron a convertir las dificultades en el arte de soñar sin límites para encontrar la felicidad.

Por: Salvatore Laudicina

Sin una gota de maquillaje, el rostro teñido de un sosiego agradable a la vista, Masiel Moreira entra a su oficina. Rompe fugazmente, con un saludo cordial, el silencio parlanchín que hay en el espacio, solicita unos minutos de espera y se sumerge en el mar de documentos sin firmar que yace en el escritorio.

Es la primera vez que sus ojos no están cubiertos de pestañina ni su boca se ha emperifollado con la coquetería primaveral de su labial predilecto. Aquella cara desnuda, permite deducir que, quien está sentada al frente, no es la mujer de la última vez y la última conversación. Giro inesperado y con él, un misterio apetitoso para el periodista.

A medida que los minutos murmuran descaradamente sobre mí con ese silencio locuaz, quien va a preguntar, ese yo curioso e insaciable, está obligado a leer el semblante, los gestos y hasta la postura corporal de la entrevistada, como si fueran páginas de un libro. Ahí, puede esconderse la anhelada respuesta.

En ese cutis otoñal, mas no marchito, una palabra lo resume todo: paz. Es como si la Masiel Moreira inquebrantable que defiende a capa y espada sus objetivos, incapaz de darse por vencida, le hubiese cedido su cuerpo a una más introspectiva.

En medio de mi discreta pesquisa, ella levanta la mirada y vuelve a recordar que estoy allí. Una sonrisa cálida hace las veces de disculpa. Acto seguido, aparecen nuevos personajes en la escena: un libro de meditación, una biblia pequeña, abierta en el Salmo 91, y las fotografías de dos mujeres en la página del libro sagrado.

“Siempre le daré gracias a Dios por la abuela y la madre que me regaló. Hoy más que nunca, les estoy muy agradecida. Después de vivir en carne propia la depresión, su fortaleza y fe para enfrentar las adversidades han sido un ejemplo a seguir y mi medicina para seguir adelante y no permitirme caer”.

Las conjeturas e hipótesis previas, estallan en las paredes de aquella oficina. Producto del potente estruendo, el silencio y los minutos enmudecen. No es para menos. El alma de Community Health and Wellness Center of Miami, la Clínica del Pueblo, acaba de confesar que se ha enfrentado a uno de los monstruos más temidos de la sociedad contemporánea.

Ella, la mujer que expresa a diario su preocupación por el aumento de las enfermedades mentales en la Ciudad del Sol. Ironías de la vida o caprichos del destino. La respuesta es incierta.

“Lo que he vivido, también me permitió reencontrarme con la Masiel niña.Esa que siempre supo lo que quería lograr. Aunque suene extraño, deprimirme ha sido un regalo de la vida. En momentos así, puedes estar frente a frente con tu historia personal, con tu crianza, con aquello que te heredaron las mujeres de tu familia”.

A la par con aquella reflexión, también están esas feminidades que la habitan. Feminidades que cumplen una función medicinal y le permiten reencontrarse con su niña interior, sin miedo a soñar y ser feliz. Es obligatorio indagar en ese escondite de memorias preciadas para comprender a la mujer que está sentada frente a mí, honesta y sin máscaras.

La sabiduría de un para qué: el matriarcado Moreira

Huele a felicidad anhelada. El perfume proviene de las palabras que evocan esa Cuba de atardeceres ensoñadores, donde la pequeña Masiel aprende del poderío emocional de doña Luisa y Lupe, su abuela y su madre, mujeres que abrazan con fuerza los designios y las pruebas de la vida, dueñas de una sonrisa generosa y un corazón noble.

Por momentos, parecen personajes extraídos de una novela de José Martí o los poemas de Gertrudis Gómez de Avellaneda. Tras escucharla, puede concluirse que regresa a ese pretérito de experiencias y enseñanzas para vestirse de alegría.

Las mujeres de mi familia, siempre preguntaban el para qué de lo que les sucedía. Para ellas, todo tenía una razón de ser. Recuerdo que en mi casa, los problemas se enfrentaban con alegría, música y mucha fe en Dios”, rememora. “Lupe, mi mamá, es madre soltera. Ella siempre luchó y tomaba sus propias decisiones para darnos lo mejor. Tantos mis hermanas como yo, fuimos muy afortunadas.

Es inevitable escuchar en sus respiros las canciones de Celia Cruz y Ibrahim Ferrer. Automáticamente, uno pasa a convertirse en habitante de ese municipio de La Habana y en visitante asiduo de aquella casa humilde pero acogedora donde la abuela baila con las preocupaciones mientras barre, la madre le sonríe al infortunio y le agarra con fuerza la mano a la esperanza, y la pequeña Masiel las mira sin pestañear, cautivada por la alegría de vivir y la fortaleza de sus mayores.

Historia de Cuba e historia para la vida: la inolvidable maestra

Parada obligatoria en las reminiscencias de sus días escolares. Es necesario que Moreira vuelva al salón de clase, se siente en su pupitre y esté frente a una mujer imprescindible en su historia personal: la maestra de historia.

A la par con su madre y su abuela, ella le inculca el hábito de ambicionar sin límites ni miedos. Hábito que ha sido de gran utilidad en su vida de migrante en los Estados Unidos. Su éxito personal y profesional es prueba fehaciente de ello.

“La maestra nos contaba la historia de nuestro país, pero a la vez nos decía que todos podíamos lograr lo que quisiéramos. Ella me hizo descubrir que tenía una misión en el mundo y que me esperaba algo grande”.

Valiente sumisión

Un silencio fulminante. Hay que regresar momentáneamente a las memorias del matriarcado. Si bien el carácter de su madre la llena de orgullo, no deja de reflexionar sobre la personalidad sumisa pero valiente de su abuela.

Le parece ver a doña Luisa en la cocina, susurrando un bolero de Celia, preparando dulces típicos antes de caer la tarde, ensimismada en sus pensamientos más inconfesables.

“Me pregunto si ella también sufrió de depresiones. En esa época, nadie hablaba de esos temas. A veces, era una mujer muy callada y lloraba a solas”, expresa. “A su manera, me enseñó a no cuestionar los designios de la vida. Hoy, tengo claro que debía atravesar la senda de este trastorno para conocerme, amarme y redescubrirme”.

 

El comienzo

La pregunta inaplazable. Ha llegado el momento de conocer el inicio de su batalla campal contra ese monstruo feroz que posee el don de camuflarse hasta en la más contagiosa de las sonrisas.

En la actualidad, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 300 millones de personas padecen de depresión. A Moreira, la cifra la espanta. Sabe que muchas personas, incluso la más cercanas, podrían lidiar con ella en estos momentos.

“Mientras conviven con sus familiares y amigos, muchos sufren en silencio. Callan por miedo a que los critiquen. Hablo desde mi experiencia personal”, confiesa. “El 2022 fue un año difícil para mí: traiciones de gente cercana, la muerte de mi mentora y gran amiga. Producto de ello, comencé a presentar síntomas de depresión. Al principio, no lo aceptaba. Lo tenía todo: una familia unida, estabilidad económica y éxito”.

Silencio fugaz y una ligera llovizna en sus ojos. Recordar se convierte en un grito lastimero, ensordecedor. “Comencé a mirarme fea y gorda en el espejo. No tenía deseos de nada, sólo quería dormir. Estaba ida. Un día, no aguanté más y se lo conté a una de mis mejores amigas. Ella no me creyó, porque siempre me veía sonreír en redes sociales. En ese momento, rompí a llorar y le dije que las fotos y los vídeos no eran más que un espejismo”.

Reencuentro sanador

La terapia, la meditación y el pensamiento positivo, forman parte de la nueva vida de Masiel Moreira. Gracias a ellos, ha podido reencontrarse con su yo infantil y recordar la importancia de ser feliz y vivir a plenitud el presente. “La Masiel infantil siempre tuvo una sonrisa en los labios y luchaba contra todo para alcanzar sus objetivos. Con la depresión, te llenas de miedos y angustias. Volverme a encontrar con ella en mi proceso de recuperación, ha sido un regalo. Gracias a esa niña, he vuelto a ser libre”.

Sosegada pero imparable

Después de atravesar la oscuridad, orgullosa de ella misma, está lista para los mejores años de su vida. Planea escribir un libro, producir un reality show y lanzar al mercado su propio tequila.

“No rendirme, ese es el mejor homenaje que puedo rendirle a las mujeres que me han acompañaron en la oscuridad. En sus enseñanzas, encontré la luz para hallar la salida”, narra con emoción. “Aprendí que detrás de una gran mujer, hay otras mujeres admirables y maravillosas. En esa herencia femenina, habita nuestro empoderamiento y nuestra resiliencia como género”.

Es preciso observar con detenimiento el rostro desnudo de Masiel Moreira. Hay que grabarlo en la memoria. Seguramente, mañana volverá a maquillarlo y no habrá oportunidad de leer en sus ojos la fe ciega de la abuela Luisa, el coraje de su madre Lupe, el pensamiento visionario de la maestra de historia y la rebeldía de su niña interior.

Ese poder supremo que se resume en una frase y se convierte en su arma para ganar la batalla contra el temible monstruo invisible y triunfar : aceptar, vivir y aprender; pero nunca dejar de soñar.

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